La Maquina De Dios (Big Bang)

miércoles, 31 de marzo de 2010 12:08 | Posted by Alice & DiabOluS

Reconstruyen los primeros instantes del universo 
Festejo de científicos en el control central del LHC Foto: Reuters
Nora Bär
LA NACION
Con un año y medio de atraso, 10.000 físicos de todo el mundo descorcharon ayer champagne para celebrar el inicio de una nueva era en el estudio de la conformación de la materia, que puede ayudar a contestar preguntas pendientes sobre la infancia y el destino del universo.
La alegría estalló cuando el Large Hadron Collider (LHC), el acelerador de partículas subatómicas más grande del mundo, hizo chocar haces de protones (que componen, junto con los neutrones, el núcleo de los átomos) a siete billones de electronvoltios, una energía nunca alcanzada en la historia de la humanidad, que triplica lo que se había logrado hasta ahora. Dicho más simplemente, los científicos comenzaron a recrear el universo tal como era apenas fracciones de segundo después del Big Bang.
Entre los científicos que trabajan en el proyecto del LHC, una máquina colosal de 27 km de circunferencia, enterrada a 100 metros de profundidad bajo la frontera franco-suiza, se encuentra un destacado grupo de argentinos que investigan en las universidades de La Plata y de Buenos Aires.
Tras acelerar los protones a 0,9999999% la velocidad de la luz (hasta 1000 millones de kilómetros por hora), las primeras colisiones se produjeron cerca de la una de la tarde en Ginebra (las 8 de la mañana en Buenos Aires), unas seis horas después de lo previsto inicialmente.
"De repente, veíamos una luz que se perdía y decíamos «¡no, no puede ser!» -cuenta, con su habitual entusiasmo, la doctora María Teresa Dova, investigadora de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) y responsable de la participación argentina en el proyecto del Centro Europeo de Investigación Nuclear (CERN, según sus siglas en inglés), exhausta después de haber pasado toda la noche y la mañana en su oficina siguiendo segundo a segundo, junto con sus becarios, lo que ocurría en las entrañas del acelerador-. Cuando finalmente vimos la línea recta que indicaba que los haces estaban en el rumbo correcto, saltamos de alegría."
Video: la ciencia atisba la infancia del universo, por Nora Bar
Y no es para menos. La complejidad de esta máquina en cuyo desarrollo y construcción se trabajó durante quince años, que dirige los haces de partículas con imanes superconductores enfriados a una temperatura cercana al cero absoluto, y cuyos detectores tienen el tamaño de catedrales y combinan sistemas electrónicos con millones de canales, no tiene precedente.
Como ilustró hace unos días Steve Myers, uno de los directores del CERN, la proeza tecnológica de alinear los haces de estas partículas infinitesimales para que se encuentren al cabo de un viaje de decenas de kilómetros es equiparable a "hacer chocar, a mitad de distancia, dos agujas disparadas desde ambos lados del Atlántico´´.
La "máquina de Dios" (como se bautizó al gran colisionador, porque se estima que permitirá detectar algo llamado "campo de Higgs", una especie de "melaza cósmica" que llena todo el espacio y que sería lo que dota de masa al resto de las partículas subatómicas, según su grado de interacción con ellas) había dejado de operar nueve días después de su inauguración, por una falla en una pequeña pieza eléctrica.
El 20 de noviembre del año último, tras muchos meses de reparaciones y de instalación de nuevos sistemas de sensores de sensibilidad inimaginable, nuevamente comenzaron a circular partículas por sus túneles, pero a bajas energías.
"Trabajamos como locos para empezar a calibrar el detector -cuenta Dova-. Y fue realmente increíble, porque cuando uno piensa lo «monstruoso» que es el Atlas [en el que trabaja el equipo argentino], que ocupa un edificio de cinco pisos, y lo bien que funcionó, se da cuenta de que es una verdadera obra de arte."
La cuna del universo
Aunque frecuentemente se dice que el LHC creará un Big Bang en miniatura, los investigadores aclaran que cuando los haces de protones chocan en realidad se reconstruyen las condiciones existentes no en el instante de la "gran explosión", sino unas fracciones de segundo después.
Dice Dova: "Reproducir el Big Bang es imposible. Lo que dio origen al cosmos es la expansión violenta de espacio, tiempo, materia y energía. En ese momento, la temperatura alcanzaba los mil millones de grados y había una «sopa» de partículas que interactuaban entre sí. Como la temperatura era inmensa, también lo era la energía. Lo que nosotros hacemos es emular las condiciones existentes instantes después de esa primera gran expansión".
"Para recrear el Big Bang habría que juntar toda la energía del universo en un punto -coincide el doctor Daniel De Florian, investigador de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires (FCEN)-. Lo que se puede llegar a ver en el LHC son las interacciones que existían antes de que se formasen los átomos. Son partículas que suponemos que existen en la naturaleza, pero que aún no pudimos detectar."
Aunque lo de ayer fue indudablemente un hito científico y tecnológico, conviene aclarar que fue sólo el comienzo de una gran aventura que permitirá avanzar en el conocimiento de la materia y del cosmos.
Video: la recreación del Big Bang, animada (CERN)
En ese "monstruo" sibterráneo, los físicos experimentales podrán reunir evidencias que respalden el modelo standard de la materia.
"Pensamos que vamos a empezar a comprender varios problemas vigentes hoy, en un escenario en el que la mayoría de las cuestiones parecen resueltas -dice Fidel Shaposnik, físico teórico de la UNLP-. Por ejemplo, qué es la materia oscura, que no emite radiación como la conocemos y que constituiría el 23% de la densidad del universo actual. Junto con la hipotética energía oscura, sería la responsable de que el universo se expanda aceleradamente. El LHC también puede aclarar la existencia de la supersimetría [una teoría que postula que cada partícula fundamental tiene una compañera supersimétrica], que atrae por su belleza matemática y por la simplicidad que introduce en los cálculos, y de la asimetría entre materia y antimateria, sin la cual ni nosotros ni el universo existiríamos."
Ahora empieza la función
"Hasta ahora hubo 30 choques [o colisiones] por segundo -dice Ricardo Piegaia, profesor del Departamento de Física de la FCEN y uno de los miembros de la representación argentina en el LHC-, pero vamos a poder hacer física cuando haya 40 millones por segundo. Lo que ocurre es que la mayor parte de las veces son eventos irrelevantes y física «aburrida». Tenemos que analizar muchos millones de colisiones para detectar las que resultan interesantes para responder las preguntas que nos planteamos."
Esto es posible gracias a un programa desarrollado por los mismos físicos que analiza los datos en tiempo real, decide si los choques tienen potencial y selecciona un evento cada diez mil. De los que quedan, otro sistema automático vuelve a hacer una selección similar. Los investigadores planean seleccionar por medio de estos algoritmos alrededor de unos 200 eventos por segundo, que es lo máximo que se puede guardar electrónicamente.
"Esto es sólo el inicio -dice Dova-. Hay que tener en cuenta que el LHC es su propio prototipo e iremos aprendiendo sobre la marcha. En los próximos dos años vamos a terminar de calibrarlo y tal vez descubramos nuevas partículas muy interesantes, como el gravitón u otra que es candidata a componer la materia oscura. Si es así, «cerrarían» nuestras teorías. Sería extraordinario."
Por otra parte, la científica subraya que más allá de la búsqueda científica, este experimento, que muchos consideran un desafío similar al de llevar al ser humano a la Luna, ya está arrojando avances tecnológicos de gran envergadura. Como la GRID, la red electrónica de altísima velocidad que permite a científicos de todo el mundo participar del experimento en tiempo real.
"Todavía estamos funcionando a la mitad de la energía y a mucha menos intensidad [de colisiones] que aquellas para las que fue diseñado el acelerador -recuerda Piegaia-. En los próximos meses iremos subiendo lentamente el número de choques, para evitar inestabilidades."
La naturaleza íntima de la materia es muy extraña. "Nosotros le preguntamos y de a poco nos estamos enterando de cómo es", dice el científico. 

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EXPERIMENTO | Récord mundial en la Historia de la Ciencia

El gran acelerador de energía logra recrear un pequeño 'Big Bang'




Vídeo: Mario Viciosa | CERN
Los científicos del CERN celebran el éxito del experimento. | AFPLos científicos del CERN celebran el éxito del experimento. | AFP
  • Los haces de protones chocaron con una energía de 3,5 TeV cada uno
  • Se logró después de dos intentos fallidos
  • Es la primera vez que se consigue un experimento de estas características
  • Esperan obtener respuestas sobre las incógnitas del Universo y la materia
Los científicos han logrado hoy, por primera vez, la colisión de haces de protones en el gran acelerador del CERN a una energía de 3,5 TeV (teraelectronvoltios) cada uno, recreando la situación similar a los instantes posteriores al 'Big Bang'. Se trata de la primera vez que se consigue llevar a cabo un experimento de estas características, un récord mundial en la Historia de la Ciencia que ayudará a entender cómo funciona nuestra galaxia.
El experimento abre las puertas a una nueva fase de la física moderna, que dará respuestas a las incógnitas del Universo y la materia.
Este resultado, que se obtuvo después de dos intentos fallidos, abre las puertas a una nueva fase de la física moderna, pues permitirá dar respuestas a numerosas incógnitas del Universo y la materia, según los científicos del CERN.
El director general del CERN, Rolf Heuer, expresó su gran alegría y excitación por lo que calificó de "principio de una nueva era para la física moderna", en declaraciones transmitidas por videoconferencia desde Japón, donde se encuentra de visita: "Con esta experiencia se abre una ventana para obtener nuevos conocimientos del Universo y del microcosmos, aunque esto no será inmediato", señaló el director general.
El objetivo de los científicos era recrear 'mini versiones' de lo que fue el Big Bang, recuperar la situación del Universo de hace 13,7 miles de millones de años, en el momento de su nacimiento, con el principal objetivo de analizar el origen y la naturaleza de la materia, así como el de las estrellas y planetas que lo conforman.

Éxito al tercer intento

Después diversas pruebas sin problemas realizadas la pasada noche en el LHC, se produjeron pequeñas interferencias del suministro de energía, así como fallos en el sistema de seguridad de los imanes, de forma que los físicos tuvieron que suspender por lo menos por algunas horas las colisiones de partículas a altas energías.
No desvelará ninguna información concreta hasta pasados varios años.
Tras más de 20 años de investigación, más de 3.900 millones de euros invertidos y el trabajo 10.000 científicos de 80 países, dos haces de mil millones de protones cada uno, acelerados a una velocidad próxima a la de la luz, circularán por un túnel circular de 27 kilómetros de largo y en algún momento se chocarán.
Los protones circulan por el Gran Colisionador de Hadrones (LHC, por sus siglas en inglés) de la CERN, el mayor del mundo, situado a 100 metros bajo tierra en Ginebra, cerca de la frontera con Francia.
Para poder "retener" la información que las colisiones produzcan, el LHC cuenta con cuatro detectores, Atlas, Alice, CMS y LHCb, que captarán millones de datos que, posteriormente, deberán ser analizados durante años.
Esa es parte de la magia del experimento: se ha aplaudido como un evento magno nunca antes logrado, pero no desvelará ninguna información concreta hasta pasados varios años.

Funciona a mitad de su potencia

La información será de tal magnitud que, para poder estudiarla, se distribuirá entre los distintos centros de investigación que forman la red de cálculo del acelerador.
El sistema empezó a funcionar a una energía de 0,45 TeV para alcanzar poco después su primer récord mundial -de 1,18 TeV-, al que siguió otro de 2,36 TeV el pasado diciembre, lo que ya permitió registrar numerosos datos procedentes de un millón de colisiones de partículas.
Siete TeV es la mitad de la potencia calculada del acelerador, una capacidad máxima a la que sólo será sometido después de se haya revisado minuciosamente todo el engranaje y se haya reconfigurado para adaptarse a una velocidad de 14 TeV. Una nueva etapa que se espera que no ocurra antes de 2013. El LHC se encendió por tercera vez a finales de febrero tras la regular pausa invernal.
La vez anterior que fue encendido fue en noviembre del 2009, tras 14 meses apagado para ser reparado de una avería ocurrida pocos días después de su primera puesta en funcionamiento en septiembre del 2008.

'La particula de Dios'

Uno de los principales retos del experimento de este martes es poder comprobar empíricamente la teoría estándar de la física, basada en el bosón de Higgs.
La existencia de esa partícula, que debe su nombre al científico que hace 30 años predijo su realidad, se considera indispensable para explicar por qué las partículas elementales tienen masa y por qué las masas son tan diferentes entre sí.
Precisamente, la existencia del bosón, llamada "la partícula de Dios" y la posibilidad de que sea probada en el CERN ha creado una viva polémica entre el propio Higgs y otro eminente físico, Stephen Hawking, quien duda de su realidad y, por tanto, de que pueda demostrarse empíricamente.
La magia, el temor, la fascinación y la expectativa que crea el CERN son inigualables, y a partir de este martes, con la llave del origen del universo en sus manos, su leyenda se expandirá, como sus protones, a una velocidad cercana a la luz.


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La "Máquina de Dios" logró recrear el instante siguiente al Big Bang

08:51|Es la primera vez que se consigue llevar a cabo un experimento de estas características, un récord mundial en la Historia de la Ciencia que ayudará a entender cómo funciona nuestra galaxia




EXITOS. En el Centro Europeo de Investigación Nuclear (CERN), cerca de Ginebra, consiguieron colisiones de protones a un rango de energía nunca alcanzado. (AP)


Entrevista. El big bang y un experimento alentador. Esteban Roulet, Investigador Principal del CONICET. (Clarín.com)

La ciencia está cada vez más cerca de reproducir el origen del universo. En la llamada "Máquina de Dios" científicos de diversas nacionalidades –incluidos varios argentinos- lograron reproducir el instante posterior al Big Bang, la explosión que dio origen al cosmos. El acelerador de partículas más grande del mundo (LHC por sus siglas en francés) estableció hoy un nuevo record para las colisiones de alta energía al hacer chocar dos haces de protones al triple de fuerza que la marca anterior. Este gran colisionador de hadrones hizo chocar los haces como parte de su ambicioso programa para descubrir nuevos detalles acerca de partículas teóricas y microfuerzas que dieron origen al universo. Las colisiones inician una nueva Era para los investigadores que trabajan en instalaciones subterráneas bajo la frontera franco-suiza. Los científicos en la sala de control de la Organización Europea de Investigaciones Nucleares (CERN por sus siglas en francés) estallaron en aplausos al registrarse las primeras colisiones. Sus colegas de todo el mundo se conectaron por medio de Internet. "Hemos visto trazas perfectas de las colisiones, el detector funciona perfectamente", explicó la física italiana Fabiola Gianotti, líder de Atlas, nombre con que se conoce a uno de los cuatro equipos que participaron del experimento. "Empieza una nueva Era de la física de partículas. Este es un momento de emoción y quiero felicitar a los responsables del LHC por el excelente trabajo realizado con esta máquina única", agregó. Las colisiones de dos haces de protones de 3,5 TeV (teraelectronvoltios) cada uno comenzó muy pronto esta mañana, pero el primer intento de lograr el hito falló debido a un problema detectado entre el LHC y el acelerador previo que disparó el sistema de protección de la máquina. La operación se reanudó al mediodía europeo, con la subida paulatina de la energía de los haces hasta los 3,5 TeV previstos. A la una, apenas se había logrado alinear perfectamente los finísimos haces de partículas que circulan a casi la velocidad de la luz. Todos los que rodeaban a Atlas estallaron en aplausos al detectar las primeras colisiones. El director general del CERN, Rolf Heuer, felicitó a todos en el laboratorio de Ginebra por videoconferencia desde Japón, donde estuvo junto al director científico del laboratorio, Sergio Bertolucci. "Es un momento fantástico para la ciencia, creo que es el principio de un largo y emocionante recorrido de la física de partículas", dijo Heuer. Aunque los detectores han seguido registrando colisiones -unas 30 por segundo en Atlas, explicó Gianotti- los físicos e ingenieros siguen optimizando los haces de partículas, estabilizándolos para mejorar los resultados. Pero en todo el mundo científico se dan por infinitamente satisfecho con el logro de las primeras colisiones. Sin embargo, aún se deberán esperar meses para saber si la llamada "partícula de Dios" –la que explicaría por qué las cosas tiene masa- existe. Tras el primer encendido del acelerador en septiembre de 2008, un accidente grave provocado por un cortocircuito y que afectó gravemente a parte de los imanes que lo forman e interrumpió el plan de puesta en marcha. Un año se tardó en reparar los desperfectos. El pasado 20 de noviembre se puso de nuevo en marcha el LHC, con el primer haz de partículas circulando a 0,45 TeV. Diez días después, se aumentó ya la energía hasta 1,18 TeV. Cuando el 16 de diciembre se detuvieron estos primeros ensayos se había logrado hacer colisiones a 2,36 TeV. En este período inicial los detectores registraron más de un millón de colisiones, interesantes para calibrar los equipos pero aún sin descubrimientos científicos. Tras una parada para realizar ajustes, el LHC se encendió de nuevo el 28 de febrero, y el 19 de marzo se alcanzaron los 3,5 TeV. Los expertos del CERN dedicaron todo un mes a hacer pruebas y estabilizar los haces antes de las primeras colisiones de hoy. El plan futuro es tomar datos ininterrumpidamente durante 18 o 24 meses, con una breve parada a finales de este año, en los que se espera hacer los primeros descubrimientos científicos. Después se interrumpirá el funcionamiento del LHC para hacer las mejoras técnicas necesarias para iniciar una nueva fase de trabajo a continuación con el doble de energía: haces a 7 TeV para provocar colisiones a 14 TeV.
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La Dictadura Militar en Argentina

lunes, 29 de marzo de 2010 8:46 | Posted by Alice & DiabOluS



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La dictadura militar en Argentina 24 de marzo de 1976 - 10 de diciembre de 1983
El 24 de marzo de 1976 ocurrió lo que muchos esperaban: Isabel Perón fue detenida y trasladada a Neuquén. La Junta de Comandantes asumió el poder, integrada por el Teniente Gral. Jorge Rafael Videla, el Almirante Eduardo Emilio Massera y el Brigadier Gral. Orlando R. Agosti. Designó como presidente de facto a Jorge Rafael Videla. Dispuso que la Armada, el Ejército y la Fuerza Aérea compondrían el futuro gobierno con igual participación. Comenzó el audodenominado "Proceso de Reorganización Nacional". José Martínez de Hoz fue designado ministro de Economía y, el 2 de abril, anunció su plan para contener la inflación, detener la especulación y estimular las inversiones extranjeras. La gestión de Martínez de Hoz, en el contexto de la dictadura en que se desenvolvió, fue totalmente coherente con los objetivos que los militares se propusieron. Durante este período, la deuda empresaria y las deudas externas pública y privada se duplicaron. La deuda privada pronto se estatizó, cercenando aún más la capacidad de regulación estatal. Con ese clima económico, la Junta Militar impuso el terrorismo de Estado que, fuera de enfrentar las acciones guerrilleras, desarrolló un proyecto planificado, dirigido a destruir toda forma de participación popular. El régimen militar puso en marcha una represión implacable sobre todas las fuerzas democráticas: políticas, sociales y sindicales, con el objetivo de someter a la población mediante el terror de Estado para instaurar terror en la población y así imponer el "orden", sin ninguna voz disidente. Se inauguró el proceso autoritario más sangriento que registra la historia de nuestro país. Estudiantes, sindicalistas, intelectuales, profesionales y otros fueron secuestrados, asesinados y "desaparecieron". Mientras tanto, mucha gente se exilió.
Algunas acciones del nuevo gobierno: Suspende la actividad política
Suspende los derechos de los trabajadores.
Interviene los sindicatos.
Prohíbe las huelgas.
Disuelve el Congreso.
Disuelve los partidos políticos.
Destituye la Corte Suprema de Justicia.
Interviene la CGT.
Interviene la Confederación General Económica (CGE).
Suspende la vigencia del Estatuto del Docente.
Clausura locales nocturnos.
Ordena el corte de pelo para los hombres.
Quema miles de libros y revistas considerados peligrosos.
Censura los medios de comunicación.
Se apodera de numerosos organismos.
La censura

Comunicado N° 19, 24/03/76 Se comunica a la población que la Junta de Comandantes Generales ha resuelto que sea reprimido con la pena de reclusión por tiempo indeterminado el que por cualquier medio difundiere, divulgare o propagare comunicados o imágenes provenientes o atribuidas a asociaciones ilícitas o personas o grupos notoriamente dedicados a actividades subversivas o al terrorismo. Será reprimido con reclusión de hasta diez años, el que por cualquier medio difundiere, divulgare o propagare noticias, comunicados o imágenes, con el propósito de perturbar, perjudicar o desprestigiar las actividades de las Fuerzas Armadas, de Seguridad o Policiales. (Diario "La Prensa", 24 de marzo de 1976).
Los "subversivos" El término "subversión" englobaba a las organizaciones guerrilleras -prácticamente ya extinguidas en marzo de 1976- pero también a los activistas o simpatizantes de cualquier movimiento de protesta o crítica social: obreros, universitarios, comerciantes, profesionales, intelectuales, sacerdotes, empresarios y más... No hubo "errores" ni "excesos", sino un plan deliberado. (Historia Visual de la Argentina contemporánea, Clarín, El "Proceso" Militar).
La guerra sucia

La "desaparición" fue la fórmula más siniestra de la "guerra sucia": el "objetivo" era secuestrado ("chupado") por un comando paramilitar ("grupo de tareas" o "patota") donde, convertido en un número y sin ninguna garantía legal, quedaba a merced de sus captores. La desaparición de personas fue un programa de acción, planificada con anticipación, estableciéndose los métodos por los cuales llevarlo a la práctica: arrojando a los "desaparecidos" al Río de la Plata (previa aplicación de sedantes) desde aviones o helicópteros militares y en fosas comunes; fusilamientos y ocultamiento de cadáveres, sin ningún tipo de identificación.
La represión ilegal

La dictadura de 1976 completó y profundizó el esquema de persecución y exterminio que comenzara sistemáticamente con la Triple A, liderada por Lopez Rega.
Distribución de desaparecidos según profesión u ocupación

Obreros.........................................................................................
30,0%
Estudiantes...................................................................................
21,0%
Empleados..............................................................
17,8%
Profesionales.................................................................................
10,7%
Docentes.......................................................................................
5,7%
Conscriptos y personal subalterno
de las Fuerzas de Seguridad..............................................
2,5%
Amas de casa...............................................................................
3,8%
Autónomos y varios........................................................................
5,0%
Periodistas....................................................................................
1,6%
Actores y artistas...........................................................................
1,3%
Religiosos.....................................................................................
0,3%

(Informe de la Conadep, Nunca Mas, Eudeba, 1984)
La tortura

Todos estaban incluidos en la categoría de "enemigos de la nación". La metodología implementada consistió en la desaparición de personas, las cuales en realidad eran llevadas a centros clandestinos de detención, operados por las FFAA., donde se los sometía a interrogatorios basados en tormentos físicos.
Los campos de detención

Se levantaron centros clandestinos de detención y torturas. En estos laboratorios del horror se detenía, se torturaba y se asesinaba a personas. Se encontraban en el propio centro de las ciudades del país, con nombres tristemente famosos, como la ESMA, el Vesubio, El Garage Olimpo, El Pozo de Banfield o La Perla. Existieron 340 distribuidos por todo el territorio. Locales civiles, dependencias policiales o de las propias fuerzas armadas fueron acondicionados para funcionar como centros clandestinos. Estas cárceles clandestinas tenían una estructura similar: una zona dedicada a los interrogatorios y tortura, y otra, donde permanecían los secuestrados. Ser secuestrado o "chupado", según la jerga represora, significaba ser fusilado o ser arrojado al río desde un avión o helicóptero.
Los desaparecidos Debido a la naturaleza, una desaparición encubre la identidad de su autor. Si no hay preso, ni cadáver, ni víctima, entonces nadie presumiblemente es acusado de nada. (Amnistía Internacional, en su informe sobre la desaparición de personas por motivos políticos).
Hubo miles de desaparecidos: la Conadep constató más de 9.000 casos. Los organismos de derechos humanos hablan de más de 30.000.
Apropiación de chicos

Además del secuestro de adultos, hubo un plan sistemático de apropiación de niños. Los niños robados o que las madres parían en los centros de detención fueron inscriptos como hijos propios por muchos miembros de la represión, vendidos o abandonados en institutos. Durante la dictadura, los militares consideraban que los hijos de los desaparecidos debían perder su identidad. Por eso los hacían desaparecer y los entregaban a familias de militares. Ellos pensaban que la subversión era casi hereditaria o que se trasmitía a través del vínculo familiar. De la misma forma que a los hijos de desaparecidos se intentó quitarles su familia, a la sociedad en general se intentó quitarle esos antecedentes que, como los padres de esos chicos, eran considerados subversivos. (Diario "Página 12", 10 de diciembre de 1995)
La noche de los lápices (16/9/76) La operación conocida como la “Noche de los lápices”, que se desarrolló entre agosto y octubre de 1976, implicó el secuestro y desaparición de estudiantes secundarios de la ciudad de La Plata, que habían luchado en defensa de un boleto estudiantil.
Madres de Plaza de Mayo El grupo Madres de Plaza de Mayo nació en 1977, integrado precisamente por madres de desaparecidos, cuya lista engrosaron también algunas de sus fundadoras. Se convirtieron en el más activo sector de oposición al gobierno.
Desindustrialización La pequeña y mediana empresa fue sacrificada en el altar de la eficiencia, iniciándose un proceso de acelerada desindustralizacion, ante la imposibilidad de competir con productos provenientes del exterior. La aplicación de las recetas neoliberales no resolvió, sino que profundizó los problemas económicos.
Especulación

A comienzos de 1977, el ministro de Economía, José Martínez de Hoz, inició un experimento monetario, denominado "la tablita". Fue un sistema de devaluaciones preanunciadas que, sumado a la "ley de entidades financieras" de junio de ese año (que liberó el mercado de dinero y dio garantía estatal a los depósitos a plazo fijo), dio comienzo a la especulación o "bicicleta financiera".
La plata dulce

La dictadura implementó un plan basado en el liberalismo monetario, que era apoyado por bancos extranjeros y organismos internacionales. El funcionario encargado de cumplir el plan económico de los militares fue José Alfredo Martínez de Hoz. Puso fin al Estado intervencionista, a la protección del mercado interno y al subsidio a empresas. Se congelaron los sueldos. Dejó actuar al mercado libremente. Los resultados finales fueron desastrosos. Hubo un gran endeudamiento externo, las industrias quebraron y, al finalizar la dictadura, se desató la inflación.
El conflicto del Beagle Las cuestiones limítrofes entre la Argentina y Chile estuvieron condicionadas por las circunstancias políticas imperantes en cada país. Bajo regímenes dictatoriales en ambas naciones, las diferencias fronterizas estuvieron a punto de derivar en una guerra abierta. En 1978, luego de que la Argentina rechazó el fallo arbitral británico, el conflicto por el Beagle alcanzó su punto más álgido. El 8 de enero de 1979, la Argentina y Chile firmaron el Acta de Montevideo, que sometía el entredicho a la mediación del Papa. Finalmente, la propuesta papal, conocida a través del cardenal Antonio Samoré, se dio a conocer el 12 de diciembre de 1980 y fue aceptada por la Argentina en 1984 después de una consulta popular no vinculante, en la que el "sí" al acuerdo se impuso por un amplio margen de votos. (Historia Visual de la Argentina contemporánea, Clarín, La Política Exterior)
El Mundial '78 El triunfo final de la selección argentina en el Mundial de Fútbol ha supuesto que la Junta Militar que dirige el Gral. Videla haya cubierto con creces los objetivos que se propuso al emprender la organización del campeonato. Durante 25 días, los problemas del país argentino han pasado a un segundo plano y el título mundial conseguido por su selección los mantendrá oculto por más tiempo aún. (Diario "El País", junio de 1978)
1982: La guerra de las Malvinas

En medio de la crisis política, económica y social del régimen militar, sorpresivamente el 2 de abril de 1982, tropas argentinas recuperaron las islas Malvinas. Tras frustrados intentos diplomáticos, la fuerza de tareas británica llegó al Atlántico sur y comenzaron las hostilidades. Con hitos como el hundimiento del crucero "General Belgrano" -que produjo 322 muertos- y del destructor británico "Sheffield", la guerra concluyó el 14 de junio, con la rendición argentina. La derrota marcó el derrumbe político del régimen. El regreso de los soldados arrojó luz sobre las sospechas de lo que habían padecido, sin los pertrechos y el entrenamiento suficientes para enfrentar a los británicos. Para defender las islas del ataque de ingleses bien entrenados y equipados, la junta militar procedió a reclutar jóvenes argentinos, sin instrucción militar, la mayoría de los cuales provenía de provincias pobres del interior del país. La derrota catastrófica de Malvinas y el conocimiento de la muerte de centenares de jóvenes argentinos (más de 600), deterioraron el frente militar, pero sobre todo, la reputación del ejército, al cual se consideró como mayor responsable del desastre.
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Texto Extraido  de:                 
www.me.gov.ar4

Una Historia De Amor

domingo, 14 de marzo de 2010 17:52 | Posted by Alice & DiabOluS

 

Érase una vez una pequeña isla, donde vivían todos los sentimientos: La Alegría, la Tristeza, la Vanidad. la Sabiduría, el Amor y otros.
Un día avisaron a los moradores de esta isla, que ésta iba a ser inundada. Muy asustado el Amor, se preocupó para que todos los sentimientos se salvasen. El avisaba a todos: "Huyan...la isla va a
 ser inundada...huyan".
Todos corrieron y se embarcaron en lanchas para ir, hasta una montaña muy alta. Sólo el Amor no lo hizo, él quería estar un poco más en la isla.
Cuando el agua se acercaba cada vez más, él corrió a pedir ayuda.
Vio pasar a la Riqueza y le dijo: "Riqueza ¡me llevas contigo?: y la riqueza le dijo: "No puedo, mi lancha esta llena de oro y plata y tú no vas a caber".
Pasó entonces la Vanidad y el Amor le pidió:
"Vanidad ¡me llevas contigo?" ; y la vanidad le dijo. "No puedo, porque vas a ensuciar mi lancha nueva".
Pasó entonces la Tristeza, y le dijo: "Tristeza ¡puedo ir contigo?"; y la tristeza le dijo:"Oh amor, estoy tan triste que prefiero ir solita".
Luego pasó la Alegría, mas la alegría estaba tan alegre que no vio al Amor.
Ya desesperado al saber que moriría ahogado; el Amor comenzó a llorar. Pasó entonces un barquito y le dijeron: "!Sube Amor, yo te llevo!". Y el Amor subió.
Estando ya en la parte alta de la montaña, el Amor le preguntó a la Sabiduría: "Sabiduría, ¡Quién era el del barquito que me trajo hasta aquí?
Y la Sabiduría le dijo: El Tiempo.
El Amor le replicó: ¡El tiempo?; pero ¡por qué sólo el Tiempo me quiso traer?.
Y la Sabiduría le contestó: "Porque sólo EL TIEMPO es capaz de ayudar a entender a un GRAN AMOR".

 



Vampire Heart

3:14 | Posted by Alice & DiabOluS


You can\'t escape the wrath of my heart

Beating to your funeral song (You\'re so alone)

All faith is lost for hell regained
And love dust in the hands of shame (Just be brave)
Let me bleed you this song of my heart deformed
And lead you along this path in the dark
Where I belong \'till I feel your warmth
Hold me
Like you held on to life
When all fears came alive and entombed me
Love me
Like you love the sun
Scorching the blood in my vampire heart
I\'ll be the thorns on every rose
You\'ve been sent by hope (You\'ll grow cold)
I am the nightmare waking you up
From the dream of a dream of love (Just like before)
Let me weep you this poem as Heaven\'s gates close
Paint you my soul, scarred and alone
Waiting for your kiss to take me back home
Hold me
Like you held on to life
When all fears came alive and entombed me
Love me
Like you love the sun
Scorching the blood in my vampire heart
Hold me
Like you held on to life
When all fears came alive and entombed me
Love me
Like you love the sun
Scorching the blood in my vampire heart
Hold me (Like you held on to life)
Like you held on to life
(When all fears came alive and entombed me)
My vampire heart
Love me (Like you love the sun)
Like you love the sun
(Scorching the blood in my)
My vampire heart

Alicia

miércoles, 10 de marzo de 2010 4:44 | Posted by Alice & DiabOluS

Las sombras de los árboles danzan moribundas mientras que el sol es devorado en el horizonte. En la feria, las siluetas se vuelven mas lóbregas a medida que la oscuridad invade el recinto avanzando silenciosa e implacable, deslizándose suavemente entre los charcos de endeble luz que tratan inútilmente de detener su paso. El aleteo de los murciélagos avisa sutilmente que la noche ha llegado. La luz viciada, gotea y se derrama pesadamente sobre aquellos que hacen guardia en sus salones, deja entre ver sus rostros pálidos, carentes ya de emociones humanas pero muy habituados a la sonrisa forzada que a diario dibujan para atraer a sus compradores y llenar sus bolsillos.

Alicia no era particularmente fanática a este tipo de feria de antigüedades, un lugar tan escaso de vida no era lo que ella tenía en mente al llegar. Las pocas personas presentes se aglomeraban a la entrada de los salones donde se exhibían productos tan inútiles como novedosos; todo tipo de cosas de las cuales se ignora su existencia pero al verlas es difícil imaginar una vida sin ellas. Alicia se sentía indignada, aquel lugar no era mas que una repugnante feria de pueblo, no paso mucho tiempo antes que buscara la manera de escapar de aquel lugar, pero antes de marcharse, algo llamo su atención, algo extrañamente viejo parecía querer esconderse al fondo de aquel lugar, un salón inusualmente antiguo e inusualmente genuino en comparación al resto de aquella decadente feria.

Aquel ultimo salón se encontraba iluminado por la luz de una lámpara de aceite, lo que le daba al mismo, una aura densa, con un cierto toque de misterio. Al acercarse, Alicia pudo ver en la entrada a la guardiana del salón, no podía distinguirse muy bien pero era con seguridad una anciana. La lámpara se encontraba directamente encima de aquella vieja, la luz tambaleante se escurría hacia abajo en todo lo que le rodeaba, la sombra de la anciana y los objetos que la circundaban, se contorneaban en el suelo formando muecas que por momentos parecían cobrar vida. Aquello era todo un teatro sepulcral, brindando un espectáculo tan tétrico como espectral.

Cuando Alicia se encontró en la entrada del lóbrego salón, pudo ver con más detalle a la anciana, quien levanto la mirada del suelo por un momento para cruzarla con la de su visitante. Alicia se inmutó al ver el rostro grotesco de aquella vieja, un rostro tan extraño que era imposible saber si era vieja de tan fea o fea de tan vieja… y es que no solo era fea, era repugnante. Sus cabellos eran casi tan grises, verdosos y ralos como sus dientes, sus ojos escurridos hacia abajo semicubiertos por parpados caídos reflejaban la enorme tristeza y soledad de aquella persona, casi inspiraba lastima, aquella anciana era sencillamente patética, pero, extrañamente, aquellos ojos no reflejaban la vejez que se encontraba ya bien marcada en cada arruga y verrugas de su cara. Con voz temblorosa y quebrada, le dijo casi sin fuerzas:

No es muy común que una linda chica como tú venga a un lugar como este – tosió la vieja un par de veces y luego se aclaro la garganta – entra linda, y llévate lo que te guste…

Al terminar de decir aquella última palabra la vieja regreso su mirada hacia el suelo como extenuada por haber hecho un enorme esfuerzo al hablar. Alicia, por su parte, parecía casi hechizada por la impresión que le había provocado el rostro de la vieja; un parpadeo esporádico le hizo reaccionar y solamente como un reflejo, asintió amablemente siendo incapaz de ocultar la expresión de repulsión que le había perturbado en ese momento.

Al dejar de lado a la anciana y adentrarse en el salón, era evidente el porque una vieja tan decrepita era la guardiana de tal lugar, pues en su interior todo parecía ser tan o mas viejo que ella. Lámparas, sillas, relojes y toda clase de baratijas de por lo menos un siglo de antigüedad; habían objetos que podrían fácilmente haber pertenecido al mismo Cristóbal Colón. Alicia, al ser tan modernista y presuntuosa, no parecía encajar en lo mas mínimo en el lugar; veía, sin ningún interés obvio, los artículos uno a uno, llegando a lo sumo, ser alguno de ellos levemente interesante. Cuando Alicia se disponía a salir, vio en una esquina del salón, detrás de algunas viejas pinturas al óleo, un extraño brillo que vislumbro fugazmente a un costado de su campo visual, si bien no duro tanto como para asegurar que lo había visto, fue suficiente como para sembrar la duda. Volvió de inmediato su mirada hacia aquel lugar, viéndolo fijamente queriendo agudizar la visión, permaneció inmóvil por un momento, observando fija hacia aquella esquina escudriñando el lugar con los ojos… nada. Pero luego, en el justo momento que Alicia quito la mirada de aquel rincón, la sagaz luz apareció otra vez, e igualmente como antes, durante apenas una fracción de segundo, pero sin embargo era suficiente como para asegurarse que aquello era cierto. Alicia se acerco directamente a aquel rincón y tras remover cuidadosamente todas las pinturas una a una se topo con una borrosa imagen de si misma… era un espejo, un viejo espejo cubierto por completo de polvo, parecía tener un siglo de antigüedad y medio siglo de polvo encima.

Con mucha cautela, la joven saco el espejo del olvido, lo coloco sobre un estante y suavemente removió los años de polvo que le cubría. A diferencia de la anciana, los años parecían haberle favorecido al espejo, era lo suficientemente grande como para reflejar una imagen de cuerpo completo y adornado con un grueso marco de madera de ébano negro, evidentemente tallado a mano con hermosos rostros femeninos intrincados entre refinados adornos dorados ennegrecidos por el tiempo. Cuando Alicia se vio en el espejo, todo a su alrededor se volvía borroso, todo perdía importancia realzando así la imagen mostrada en el espejo, ella se encontraba maravillada por aquel objeto, no era tanto la belleza del espejo lo que le atraía sino lo que se reflejaba en él; ella veía su reflejo y si bien ella se consideraba hermosa, pensó que aquel espejo le hacia ver aun mas bella.

La joven no lo dudó y salio en busca de la anciana, pero ésta ya no estaba, y recordando convenientemente las paradas proferidas por la vieja “llévate lo que te guste…”, tomo el espejo y con mucho esfuerzo lo saco del salón para llevarlo a un nuevo hogar, a su casa. La luz de la luna que ya comenzaba a menguar, rociaba parcialmente la feria con tristes gotas de luz, la vieja dejaba entrever su grotesco rostro que, en la distancia, observaba a aquella vanidosa joven cargando dificultosamente aquel antiguo objeto mientras se decía a si misma: “muy pronto seré libre…”, luego se dio la vuelta, desapareciendo al mezclarse entre aquellos pocos curiosos que visitaban la extraña feria.

Alicia tardo un par de horas en llegar a su casa, el transporte de aquella pieza de antigüedad se había tornado realmente complicado, pero ella sabía que valía la pena. El reloj sonó anunciando las tres de la mañana, coincidente también con el canto (que parecía mas un alarido) de los gallos a la distancia, los perros habían comenzado a aullar y ladrar en las calles que rondaban la casa de Alicia y los gatos hacían también lo suyo en el mismo momento, corriendo pesadamente de manera alocada sobre el tejado mientras gruñían fuertemente entre si. Pero poco le importaba esto a Alicia, quien en ese preciso momento había terminado de instalar su nueva adquisición, no pudo resistirse ante el deseo carnal de verse reflejada en el espejo, todos los ruidos del exterior enmudecían gradualmente a la vez que los objetos que le rodeaban so volvían borrosos poco a poco, creando una visión de túnel, donde lo único que destacaba, lo único que tenia importancia, era la imagen que se reflejaba en aquel viejo espejo. Alicia era realmente bella, y en el espejo lo era aun más.

Los días pasaban y Alicia salía cada vez menos de su casa, se había deshecho de todos los espejos restantes en la casa pues pensaba que eran defectuosos y no la reflejaban tal cual era. Pasaba horas frente a aquel viejo espejo cepillándose el cabello o simplemente posando y observándose a si misma, era tanto el tiempo que pasaba sola y encerrada en casa que había comenzado a preocupar a sus amistades. El aislamiento había comenzado a hacer efecto en Alicia, tornándola mas antipática y ansiosa. El poco tiempo que pasaba con sus amigas, no podía dejar de pensar en el espejo, quería verse para maquillarse y corregir los cabellos que no estuviesen en su lugar, estaba convencida que aquel era el único espejo que la mostraba tan bella tal cual ella realmente era, por eso no podía utilizar otro. No paraba de hablar de su belleza y de pensar en el momento de regresar a casa para pasar horas nuevamente viéndose en él. Su carácter parecía haber cambiado tanto que era casi intolerable, y no era solo el carácter, sino también su físico, ese estilo de vida ermitaño estaba comenzando a hacer mella en su rostro, tantas horas de desvelo por verse frente al espejo estaba comenzando a marcar fuertes ojeras, su cabello lucía reventado, había comenzado a caerse cansado ya de tanto cepillar. Nadia, una de sus amigas, quiso hacerle ver a Alicia esta situación, pero ese fue el detonante, eso fue lo que convenció a Alicia que sus amigas estaban plagadas de envidia, envidia hacia ella, celosas por su incomparable belleza. Esa fue la razón por la cual Alicia corto el contacto con sus amigas, la sociedad entera y el mundo, su nuevo mundo era ella y su espejo, eso era todo lo que necesitaba.

El tiempo transcurría sin cesar haciendo estragos en el rostro y cuerpo de Alicia, pero el reflejo en el espejo cada día se volvía mas bello, era como si se alimentara de la belleza de su anfitrión, succionaba la vida de la joven para mantener la suya propia, el bello rostro de su dueña se labraba poco a poco en la madera de ébano negro del espejo, Alicia no se daba cuenta de ello, pues lo único que ella tenia era su espejo y ahí veía solo lo que quería ver. No tuvo que pasar mucho tiempo antes que ella perdiera su trabajo y a falta de ingresos comenzó a vender todos sus bienes uno por uno. Se había vuelto demasiado orgullosa como para pedir ayuda, demasiado vanidosa como para aceptarla, demasiado ermitaña…

Nadia siempre intento acercarse a su amiga y aunque esta nunca se lo permitía intentaba no estar tan alejada, hasta que la misma Alicia hizo que el contacto se hiciera imposible. Un mes después, al no saber nada sobre su amiga, Nadia entro a la casa de Alicia rompiendo vidrios y forzando la puerta, lo que encontró podría describirse mejor como lo que no encontró, la casa estaba vacía, en lo absoluto, no había ahí ni un mueble ni rastro alguno de Alicia ni su espejo, se había ido, Nadia no aceptaba del todo aquel hecho, la busco durante algunos meses pero sin resultado alguno, “quizás comenzó una nueva vida, quizás ahora este mejor”, trataba de convencerse a si misma.

Un año después, en una fría noche melancólica, Nadia se encontraba en una feria local, tan extraña como lúgubre, la luna que había comenzado a menguar rociaba gotas de tristeza sobre las personas que asistían a la feria haciéndolas parecer almas en pena rondando en el purgatorio. La endeble luz intenta abrirse paso entre las mareas de sombras que cobran vida revolcándose en el suelo, al final, justo al fondo de la feria, hay un salón, coronado con la luz de una lámpara de aceite, débil y malicienta deja entrever el rostro de una anciana, ya deformado por el tiempo dándole un aspecto mas que feo, repugnante, patético. Nadia, al acercarse, no pudo disimular su cara de repugnancia y casi lastima hacia aquel rostro, pero atrás de tanta arruga, en medio de todas las verrugas y grotescos bellos faciales, escondidos bajo los voluptuosos parpados que cedían ante la gravedad, se encontraban un par de hermosos ojos azules que, de alguna extraña manera, no encajaban en lo absoluto con el resto de aquel decrepito cuerpo; eran un par de bellos ojos que Nadia simplemente no podía pasar por alto… y que le eran tan familiares:

La conozco? – dijo Nadia refiriéndose a aquel vejestorio alguna vez mujer
No lo creo – dijo con voz lenta y temblorosa la vieja – no es común que una linda chica como tu venga a un lugar como este – la vieja tosió y se aclaro la garganta – entra y llévate lo que te guste.

Nadia parecía casi hechizada por la impresión que le había provocado el rostro de la vieja; un parpadeo esporádico le hizo reaccionar y solamente como un reflejo, asintió amablemente siendo incapaz de ocultar la expresión de repulsión que le había perturbado en ese momento.

La anciana, fatigada por el esfuerzo, volvió a tomar su lugar. Solo habían pasado algunos pocos minutos cuando un brillo fugaz se escapo desde adentro de aquella habitación, la anciana vio hacia dentro del salón pensando: “el espejo la eligió, pronto seré bella otra vez”, luego, poco a poco y arrastrando con pesadez cada paso, se fue alejando hasta mezclarse con las demás personas que bajo la endeble luz, parecían ser almas en penas que vagan en el purgatorio…

Nemesis

Clair de Lune

4:40 | Posted by Alice & DiabOluS

Claro de Luna. Clair de Lune, Seabury Quinn (1889-1869) De Grandin, mi amigo, se volvió hacia mí, enarcando las cejas y con los labios redondeados, como si se dispusiera a emitir un silbido.
-Comment? –preguntó-. ¿Qué decía usted?
Sonreí.
-Usted me comprende perfectamente -repuse-. Le decía que de no saber yo que es un misógino empedernido pensaría que está considerando en estos momentos la posibilidad de tener un affaire con esa muier. No ha apartado un intante los ojos de ella desde que nos instalamos aquí.
Sus pequeños y azules ojos se animaron. Retorcióse las puntas de su diminuto y rubio bigote, recordándome su gesto los movimientos de un gato tras una comida especialmente sabrosa.
-Eh, bien! Lo cierto es que ella me interesa...
-Es lo que he deducido...
-¿No es acaso une bonne bouchée, merecedora del interés de cualquier hombre?
-Es verdad -admití-. Resulta una mujer exquisita. Sin embargo, su forma de observarla...
-¡Oh! ¡El doctor Trowbridge! ¡El doctor De Grandin! -La señorita Templeton, la patrona del establecimiento, eterna promotora de buenos momentos, cruzó la terraza, dirigiéndose a nosotros-: ¡Estoy emocionada!
-¿De veras, mademoiselle? -El doctor De Granjin se puso en pie, acogiéndola con una sonrisa particularmente cordial- Me intriga usted. ¿Y cuál es la causa de su emoción?
-¡Se trata de Madelon Leroy! ¡Va a asistir a nuestro baile de esta noche! ¿Sabe usted? Se ha mostrado tan terriblemente solitaria desde su llegada aquí... Decía que había elegido la costa para descansar y que no quería ver a nadie. Pero se ha aplacado...
-Esto, por supuesto, es muy interesante -dijo mi amigo, interrumpiéndola-. Desde luego, puede usted contar con nuestra asistencia a la velada, mademoiselle...
Mientras Dot Templeton danzaba de un sitio para otro, haciendo saber a otros huéspedes la buena nueva, él consultó su reloj.
-Mon Dieu!, amigo Trowbridge –exclamó-. Es casi la una ya y todavía no hemos almorzado. Vámonos a toda prisa al comedor. Estoy medio muerto de hambre. Me siento desfallecido, verdaderamente.

Dos mesas más allá de nosotros, junto a una ventana, por la que entraba la fresca brisa del océano, Madelon Leroy hacía los honores al almuerzo indiferente, casi despreciativa, ante las miradas de que era objeto continuamente. Era, corno Jules De Grandin había señalado, une bonne bouchée, merecedora de la atención de cualquiera. Su actuación en el Claro de Luna de Eric Maxwell, había llevado a la crítica al delirio. No solamente había sido elogiado su talento como actriz, sino también su exquisita belleza de heroína de cuento de hadas, su delicada fragilidad, que hacía pensar en algo ultraterreno.

Cuando después de su resonante y prolongado triunfo en Broadway se negó a considerar siquiera las ofertas más tentadoras de Hollywood se desencadenó una tormenta de publicidad que puso a los agentes teatrales en estados delirantes. A muchos dibujantes y pintores se les permitió que esbozaran retratos suyos, pero ella se negó con firmeza a ser fotografiada, y con objeto de burlar a los reporteros y otros fanáticos de la cámara siempre que aparecía en público lo hacía envuelta en velos y telas, como una odalisca o una monja. Las representaciones de Claro de Luna fueron suspendidas hacia el verano. Su misteriosa estrella descansaba junto al mar cuando Jules De Grandin y yo nos hospedamos en el Adlon.

Disimuladamente, utilizando el menú como pantalla, la estudié. De Grandin no se molestaba en fingir, mirándola como sólo un francés sabe mirar a una mujer para no llegar a ofenderla. Era una hermosa mujer, de piel casi transparente, de dorados cabellos, que dibujaban una especie de halo glorioso en torno a su menuda cabeza; los ojos eran grandes, de suave mirar y de un tono azul cerúleo. Tenía su persona la fragilidad del hada, casi angélica; el cuello poseía una graciosa curvatura; su perfil resultaba perfecto. Aunque no era pequeña realmente, lo parecía, por su esbeltez, por su justa corpulencia. Sus movimientos eran suaves, casi lentos. Perfilada contra la ventana, parecía una princesa de cuento de hadas.

-Une belle créature, n'est-ce-pas? -comentó De Grandin cuando hizo acto de presencia el camarero para tomar nota de lo que queríamos comer.
Con esto, mi amigo se desentendió de la joven. Las mujeres eran para él las flores que embellecían el sendero de la existencia, pero la comida... y la bebida... Mon Dieu!, como hubiera dicho él, ¡sin estas dos cosas la vida resultaba imposible!

La señorita Leroy llamó la atención de todos durante la recepción que precedió al baile aquella noche. Si había parecido cautivadora en las discretas sombras del comedor, o en la terraza del hotel, o al emerger de las aguas embutida en su blanco traje de baño de satín, atractiva como una náyade, aquella noche se hallaba en condiciones de provocar el delirio en sus admiradores. Más que nunca, parecía ahora un ser de otro mundo. Su vestido, de, género de punto, se ceñía fielmente a su cuerpo, careciendo de mangas. Eran apreciables todas sus curvas, que componían una figura impecable, por sus proporciones. El vestido se le ajustaba al talle mediante un cordón que terminaba en dos tiras rematadas con borlas. De vez en cuando, al andar, podían verse las plateadas sandalias que calzaban sus lindos y desnudos pies. Había recogido sus dorados cabellos en un moño suelto, del que pendía una estrecha cinta blanca. En el brazo izquierdo, por encima del codo, lucía un ancho brazalete de oro labrado con motivos griegos. No llevaba más joyas ni ornamentos.

En tales condiciones, aquella mujer debía resultar forzosamente encantadora, atractiva, incluso. Pero existía algo vagamente repelente en su persona. Tal vez fuera su lenta y más bien condescendiente sonrisa, en la que no se advertía el menor indicio de cordialidad, de humana simpatía; quizá se tratara de la rara expresión de sus ojos... Eran ojos de persona experimentada, cansada, más bien triste, como si desde el momento en que se abrieran a la luz hubieran visto en los seres humanos una raza nada agradable, como si los hombres hubieran sido algo que no valía la pena mirar dos veces. Podía ser, sí, que todo residiera en sus ojos, los cuales, pese a los trabajos de los expertos en el terreno de la belleza, presentaban en sus comisuras una tupida red de arrugas; de otro lado, los párpados habían sido tratados con un producto débilmente verdoso que los hacía brillar un tanto siniestramente. Desde luego, aquellos no eran los párpados de una mujer de veinte años, ni siquiera de treinta y tantos.

-Doctor Trowbridge... -Ella extendió una mano pequeña como la de una niña, de rosadas uñas, frágil como un iris blanco-, Doctor De Grandin...
El francés hizo sonar sus tacones al cuadrarse ante ella.
-Enchanté, mademoiselle –el hombre se inclinó sobre la mano, acercándosela a los labios-. Je suis très heureux de vous voir! Me siento encantado de verla...

No existe una manera preasa de poner esto en palabras. Lo cierto es que cuando De Grandin se irguió, él y Madelon Leroy se miraron a los ojos directamente, y aunque en sus rostros no se movió nada, algo vago, intangible como el aire, perceptible sin embarao como un escalofrío, pareció formarse alrededor de los mismos, igual que una envoltura de frío vapor. Por unos instantes se calibraron mutuamente, cautos como unos practicantes de la esgrima, o unos boxeadores que tantean sus fuerzas. Tuve la impresión de que eran como dos productos químicos que aguardaran solamente la adición de un agente catalítico para explotar, provocando una devastadora detonación. Luego, fue presentado el siguiente invitado y nosotros nos apartamos. Sentí lo mismo que si nos hubiéramos visto inmersos en la temperatura normal del verano, procedentes de un frigorífico puesto al máximo de su rendimiento.

-¿Qué...?
Le llegada de Mazie Schaeffer me impidió acabar de formular la pregunta, apenas iniciada.
-¡Oh, doctor Trowbridge! ¿Verdad que es adorable? -inquirió Mazie-. Es la más bella, la actriz más maravillosa del mundo. No hay nadie como ella, Yo he oído hablar a papá y a Mumsie de Maude Adams, de Sara Bernhardt, de la Duse, pero Madelon Leroy... ¡las supera a todas! ¿La recuerdan ustedes en la última escena de Claro de Luna, cuando dice adiós a su amante en la puerta del convento, quedándose plantada simplemente allí, a la luz de la luna, sin pronunciar una sola palabra? No necesita realmente decir nada, ya que el espectador ve, ve palpablemente su corazón destrozado.
De Grandin dispensó a Mazie una cordial sonrisa.
-Tal vez sea debido todo, mademoiselle, a que ha dispuesto de mucho tiempo para perfeccionar su arte...
Mazie respondió inmediatamente, alzando su chillona voz:
-¿Cómo puede usted decir eso? ¡Si es una niña!... ¡Es casi una criatura! Yo cumplo veintiún años en agosto y apuesto lo que usted quiera a que le llevo dos. No se trata de cosa del tiempo, doctor De Grandin, ni siquiera de talento. En ella es que hay genio, un genio extraordinario. De estas mujeres sólo se da una en cada generación...
El pequeño francés estudió a la joven atentamente.
-¿Has llegado a conocerla, quizá?
-¿Que si la he conocido? -Las manos de Mazie fueron instintivamente hacia su pecho, como si hubiera querido contener los latidos de un tumultuoso corazón- ¡Oh, sí! Fue muy amable conmigo... Me invitó a visitar su «suite» mañana, para tomar el té juntas...
-Mon Dieu! -exp1otó De Grandin-. ¿Tan pronto? ¿Es verdad lo que dices, jovencita?
-¡Pues claro que es verdad! ¿No le parece maravilloso? Todavía me lo parece más por el hecho de ocurrirme a mí. Sí. Es terriblemente maravilloso.
-Ahora te has expresado correctamente -manifestó él con un gesto de asentimiento-. Terriblemente maravilloso, es cierto. Bon soir, mademoiselle.
Cuando hubimos dejado atrás el atestado salón, pasando a la amplia y fresca terraza, le pregunté:
-Bueno, ¿qué significa todo esto?
-También yo quisiera saberlo -respondió mi amigo, sombrío.
Pero yo me sentía intrigado y no me molestaba en disimularlo.
-¡Por el amor de Dios. De Grandin! No sea usted tan condenadamente misterioso. Yo sé que existe algo entre usted y esa mujer... Me di cuenta, lo percibí cuando se saludaron. ¿Qué es lo que...?
-También yo quisiera saberlo -repitió él-. Una cosa es sospechar algo y otra muy distinta saber... Y yo, hélas!, no abrigo más que una leve sospecha. Si le dijera qué es lo que en estos momentos atormenta mi mente, me expondría a cometer una grave injusticia contra un ser inocente. Au contraire, si me mantengo en silencio podría causar un daño grave, irreparable, a otra persona. Parbleu!, amigo mío. No sé qué hacer.
Consulté mi reloj.
-¿Por qué no nos vamos a la cama? Son más de las once y emprendemos el regreso mañana por la mañana. Es nuestra última oportunidad de lograr una noche entera de descanso, sin desagradables interrupciones, sin pacientes que nos saquen del lecho a horas intempestivas...
-Aquí no hay bebés que tengamos que ayudar a nacer, ni vieillards que se deciden a abandonar el mundo... Es decir: seguramente -manifestó De Grandin, con una burlona sonrisa-. Sí, creo que está usted en lo cierto. Disolvamos nuestras preocupaciones en el sueño.

A la mañana siguiente, cuando precedidos por dos botones que llevaban nuestro equipaje nos disponíamos a abandonar el hotel, yo me eché a un lado con el fin de dejar paso a dos mujeres que se encaminaban a la playa. Era la primera de mediana edad, hallándose en posesión de una larga y afilada nariz, pequeños ojos y una piel morena. En sus negros cabellos se observaban ya muchas canas; llevaba el clásico gorro blanco almidonado de las doncellas. Vestía de uniforme, de tela oscura, con puños y un delantal blancos. Sobre el brazo derecho se había echado una enorme y esponjosa toalla de baño. A mí me pareció una mujer de aspecto imponente, que debía de haber conocido mejores días. Detrás de ella, cubierta como una mujer árabe, con telas blancas, avanzaba una figura más pequeña, que calzaba chanclos de playa. Los dedos de una de sus manos asomaban al coger un pliegue de la holgada prenda. Observé que eran de rojizas yemas, con unas uñas largas y afiladas, extremadamente finas. Pude captar fugazmente el rostro de su dueña. Se trataba de Madelon Leroy. Pero aquella cara se hallaba tan alterada que apenas guardaba semejanza con la del radiante ser de la noche anterior.

Era una faz aquella tan pálida como la luz de la luna de marzo; las delicadas y pequeñas depresiones bajo los pómulos se habían acentuado hasta dar al rostro una expresión desagradable. Sus labios, un poco separados, parecían haberse marchitado; sus ojos daban la impresión de haberse hecho más grandes, pero ahora estaban exageradamente hundidos en la cara. La cara tenía una expresión anhelante, pero con un tono impersonal. Lo único que no había cambiado en ella era la gracia de sus movimientos. Caminaba con toda naturalidad, sin que el paso revalera el menor esfuerzo, moviendo sus lisas caderas ligeramente.

-Grand Dieu! -oí murmurar a De Grandin.
Al pasar ante él la mujer, De Grandin se inclinó en una leve reverenda, llevándose la mano al ala del sombrero-. Mademoiselle!
Ella pasó como si De Grandin no se hubiera encontrado allí. Sus cavernosos ojos se fijaron en la playa, sobre cuyas arenas unas suaves olas dejaban encajes de espumas.
-¡Santo Dios! -exclamé a mi vez cuando avanzábamos ya hacia el coche que nos esperaba-. Parece haber envejecido veinte años o más... ¿Qué piensa usted de eso?
De Grandin me miró, muy serio.
-No sé a qué atenerme, amigo Trowbridge. Anoche concebí unas sospechas; hoy las veo casi confirmadas. Es posible que mañana pueda estar al tanto de todo con exactitud. Ahora bien, mañana podría ser demasiado tarde.
-¿A qué se está usted refiriendo? -inquirí-. ¿Qué significa este misterio?
-Plus ça change, plus c'est la même chose... ¿Recuerda usted esta cita? -contraatacó él.
Permanecí en actitud reflexiva un momento.
-¿No es eso lo que Voltaire dijo acerca de la historia? «Cuanto más cambia, más viene a ser la misma»...
-En efecto -asintió mi interlocutor-. Y nunca dijo una verdad de mayor calibre. Una vez más, la historia se repite. Nadie puede afirmar con qué trágicas consecuencias.
-¿Trágicas consecuencias? ¿Para quién?
-On ne sait pas -De Grandin se encogió de hombros-. ¿Quién puede decir dónde descargará su furia el rayo, amigo mío?

Hacía cosa de una semana que habíamos regresado de la costa. Me disponía a dar por terminada mi jornada de trabajo cierto día cuando sonó el timbre del teléfono.

-Sam: soy Jane Schaeffer -dijo la turbada voz de mi comunicante-. ¿Podrías venir inmediatamente?
-¿Qué ocurre?
El día había sido muy caluroso y cansado, y Nora McGinnis había preparado para mí un plato de ternera con salsa agridulce. No tenía el menor deseo de efectuar un desplazamiento de más de tres kilómetros, perdiéndome el cóctel de la noche y la sabrosa cena.
-Se trata de Mazie. Al parecer, se encuentra peor...
-¿Peor? -repetí-. A mí se me antojó que estaba perfectamente cuando la vi en la costa. Tenía la viveza de los grillos...
-A su regreso a casa no podía hallarse mejor. Pero luego ha empezado a comportarse de una manera muy extraña, debilitándose día por día. No sé si será algo de pecho, o una leucemia...
-Bueno, tómatelo con calma -aconsejó-. No se puede estar bailando todas las noches hasta las tres de la madrugada, jugando además al tenis por la tarde, sin perder algo. Dale a modo de cena una tostada y una taza de té, métela en la cama y me la traes a la consulta por la mañana.
-¿Quieres escucharme, Sam Trowbridge? Mi hija se está muriendo, la tengo en la cama, y todo lo que me dices es que le dé una tostada y una raza de té. Vas a hacerme el favor de meterte en seguida en tu coche. Te esperamos.
-Bueno, de acuerdo -contesté para aplacar a mi comunicante-. Que guarde cama y...
-Pero, ¿no te he dicto que la tengo en la cama?... No se ha levantado en todo el día. Está demasiado débil.
-¿Por qué no me lo has dicho antes? -inquirí, bastante irrazonablemente-. Estaré ahí en seguida.
-¿Qué sucede, mon vieux? -De Grandin apareció en la puerta de la consulta, llevando una coctelera en las manos-. No me diga que se va. Los martinis tienen ahora el grado de frialdad preciso.
-Hay que aplazar eso -repuse entristecido-. Acaba de llamarme Jane Schaeffer para decirme que Mazie no se encuentra nada bien. Está tan débil que esta mañana no pudo levantarse.
-Feu noir du diable! ¡Fuego negro de Satanás! ¿Me está usted hablando de aquella jovencita que fue seleccionada como víctima? Morbleu! Debiera haberlo comprendido...
-¿Qué significa eso? -le interrumpí con viveza-, ¿Que es lo que sabe usted?
-Yo, hélas!, no sé nada. Absolutamente nada. Pero si lo que tengo buenas razones para sospechar es cierto... ¡vámonos!, apresurémonos, volemos para poder ayudarla. ¿La cena? ¡Al diablo la cena! Tenemos cosas más importantes en qué pensar ahora.

Su madre no había exagerado al hablar del estado en que se encontraba Mazie. La hallamos en estado de semi-coma, con unas profundas concavidades bajo los pómulos, con unas ojeras terribles. Tenía los ojos como de fiebre, brillantes, pero la mano que tomé entre las mías parecía estar muerta. Recurrí a mi termómetro y vi que apenas llegaba a los veintisiete grados. Su pulso era débil, latiendo a menos de setenta pulsaciones por minuto. Echó la cabeza a un lado cuando me dejé caer sobre una silla, junto a la cama. La sonrisa que me ofreció era una bnrda imitación de la suya de siempre, eternamente contagiosa. En ésta de ahora no existía ningún destello de alegría.

-¿Qué sucede aquí? -pregunté, notando que la epidermis de sus manos estaba reseca, áspera, endurecida-. ¿Qué le han estado haciendo a mi niña?
Los párpados se abrieron perezosamente y ella pronunció unas palabras, en un tono de voz tan débil que no pude entender nada.
-¿Cómo has dicho, pequeña?
-De... dejadme ir... Tengo que irme... Debo hacerlo... -musitó la chica, en un susurro-. Ella estará esperándome... me necesita...
-¿Está delirando?
De Grandin hizo un movimiento denegatorio de cabeza.
-No lo creo así, mi amigo. Está débil, en efecto, muy débil, pero no ha perdido el conocimiento. ¿Qué síntomas aprecia en ella?
-Si no la hubiéramos visto fuerte y bien alimentada sólo dos semanas atrás, yo diría que es víctima de una evidente desnutrición. He tenido ocasión de asistir a casos como éste después de la primera guerra mundial, cuando servia con las unidades belgas de auxi1io...
-Su saber y experiencia no le han abandonado, amigo mío. La chica está desnutrida, en efecto, y nosotros le prescribiríamos nuez vómica, de seguir el consejo de alguien, pero primero procuraremos darle carne, una buena taza de té, y a continuación un huevo y leche con un poco de coñac...
-Pero, ¿cómo ha llegado a tal estado de desnutrición?
-Sí, desde luego. Es lo que tendremos que averiguar.
Cuando bajábamos las escaleras, Jane Schaeffer preguntó:
-¿Qué le ocurre? ¿Habrá contraído alguna infección durante su estancia en la costa?
De Grandin apretó los labios, cogiéndose la barbilla entre el pulgar y el índice.
-Pas possible, madame. ¿Cuánto tiempo lleva así?
-Casi desde el día de su regreso. En la costa conoció a Madelon Leroy, la actriz, que convirtió en seguida en su ídolo. Se pasaba todo el día prácticamente con la señorita Leroy. Creo que el segundo o tercer día fue a verla a sus habitaciones, regresando a casa casi exhausta y yéndose derecha a la cama. A la mañana siguiente se sentía muy débil. Se levantó hacia el mediodía, comió algo y se fue en busca de Madelon Leroy de nuevo. Por la noche, a la vuelta, no podía tenerse en pie. Su debilidad, a partir de entonces, ha ido en aumento.
De Grandin escrutó atentamente el rostro de Jane.
-Nos ha dicho usted que la chica tiene un apetito excelente...
-¿Excelente? ¡Soberbio! ¿No cree usted que podría ser una solitaria, algún parásito que...?
Mi amigo asintió, pensativo,
-Verdaderamente, cabe tal posibilidad, madame.
A continuación, preguntó con toda naturalidad, como si la cosa no tuviera importancia:
-¿Dónde vive en la actualidad la señorita Leroy? ¿Usted lo sabe?
-Tomó una «suite» en el Zachary Taylor. No me explico por qué prefirió esto a Nueva York.
-Quizás haya alguien que lo sepa, madame Schaeffer. Bien. Muy bien. Así pues, se instaló en el Hotel Taylor y...
-Y Mizie ha ido a verla allí día tras día.
-Très bon. Uno comprende, en parte, al menos. La enfermedad de su hija no es desesperada, pero resulta mucho más seria de lo que al principio nos figurábamos. La enviaremos al Sanatorio Sidewell en seguida, donde hará reposo absoluto, vigilada constantemente por una enfermera. Bajo ningún concepto dirá usted a nadie dónde se se encuentra, madame. Y no tendrá visitantes de ninguna clase. Ninguno. ¿Me ha comprendido?
-Sí, señor, pero...
-Pero... ¿qué?
-La señorita Leroy ha llamado hoy dos veces, sintiéndose al parecer muy afectada cuando le dije que Mazie no había podido levantarse. Si viniera a verla...
-He dicho que nada de visitantes, madame. Es una orden, hágase cargo.
-Espero que sepa usted lo que está haciendo -gruñí cuando dejamos la casa de los Schaeffer-. No encuentro desacertado su diagnóstico, ni el tratamiento, pero, ¿ a qué viene tanto misterio? Si usted sabe algo...
-No se trata de que yo me empeñe en crear en este caso un ambiente de misterio -declaró De Grandin-. Es que me confieso un hombre ignorante. Soy como un hombre ciego que estuviese siendo objeto de las travesuras de unos chicos traviesos. Extiendo las manos en un sentido y otro, pero no acierto a asir nada. ¿Usted se acuerda de que hace poco estuvimos refiriéndonos a la frecuencia con que la historia se repite?
-Sí, la misma mañana en que abandonamos aquel lugar de la costa.
-En efecto. Ahora escúcheme atentamente, amigo mío. Lo que voy a decirle puede ser que no tenga sentido, pero podría ocurrir también lo contrario. Considere esto:

Hace algunos años, más de los que a mí me gustaría que hubieran pasado, asistí a una representación en el Théâtre Français, donde actuaba una mujer llamada Madelon Larue. Era la gran atracción de París porque en un época muy distinta de la que vivimos se atrevía a practicar la danza au naturelle. Era muy bella, parbleu! No se podía decir que era una Venus o una Minerva. Se asemejaba más a Hebe, o a Clitie. Su aire juvenil, ingenuo, purificaba su desnudez. Suscitaba, en fin, más admiración que pasión. Eh bien, mi gran père había sido un tipo alegre en sus buenos tiempos. Como veraneaba cerca de Narbonne aquel año, fui a visitarle para, entre otras cosas, participar de su excelente Château Neuf. Le dije que había estado viendo a la Larue y se quedó desconcertado.

¿Por qué razón? Porque, al parecer, parbleu!, en los días del Segundo Imperio había habido una actriz que era también la atracción máxima de París, una tal Madelon Larose. También ésta bailaba à découvert ante la dorada juventud que rodeaba al tercer Napoleón. Mi abuelo se prendó de ella en seguida. Me habló de su frágil y aniñada belleza, que encendía los corazones y los cerebros de los hombres. Al final de aquella conversación llegué a la conclusión de que Madelon Larose y Madelon Larue tenían que ser madre e hija, o bien la misma persona. No cabía otra alternativa. ¡Ah! Pero mi abuelo me contó algo más. He de decir que por el hecho de ser un experto en medicina legal se hallaba relacionado con la préfecture de police. Esta Madelon Larose, la de la frágil y aniñada belleza, empezó a envejecer de repente. En el espacio de sólo un mes se hizo diez o veinte años más vieja. A los dos meses era una anciana tan débil que no podía salir al escenario. Y yo le pregunto a usted ahora: ¿qué cree que pasó?

-Se retiraría -sugerí irónicamente.
-Nada de eso. Contrató los servicios de una secretaria y dama de compañía, una joven bretona rebosante de salud, y... escúcheme con atención, por favor, al cabo de dos meses la chica había muerto, de inanición, al parecer, y Madelon Larue se dedicaba una vez más a bailar sans chemise para regocijo de los jóvenes de París.

Se produjo un escándalo, naturalmente. La policía y la Sûreté llevaron a cabo algunas investigaciones. Pero al final de ellas no se averiguó nada en concreto. La secretaria había sido una moza fuerte, de saludable aspecto. Y había fallecido, por lo visto, de inanición. Larose, que había estado al borde de la desaparición, se veía más joven, fuerte y atractiva que nunca. En eso quedó todo. Nadie puede basar una actuación judicial en tales hechos. En fin, la chica fue enterrada decentemente en el cementerio del Père Lachaise, y Larose, por sugerencia de la policía, se trasladó a Italia. ¿Qué hizo en este país? Cualquiera puede suponérselo. Ahora, emparejemos mi historia con la de mi gran' père. Yo había visto actuar a la Larue en 1905. Cinco años más tarde, siendo yo miembro de la Faculté de Médicine Légale, me enteré de que se hallaba afligida por una extraña enfermedad, una dolencia que la hacía envejecer diez años en una semana; a las dos semanas ya no se halló en condiciones de presentarse en el escenario. ¿Qué pasó? Parbleu! Yo se lo explicaré.

La mujer contrató los servicios de una masseuse, una joven fuerte, de excelente salud, en posesión de un físico robusto. A las dos semanas falleció, de inanición, al parecer... La Larue, mordieu!, se rejuveneció de nuevo, quedando ya que no como una rosa sí como un lirio. Fui designado ayudante del juge d'instruction que se ocupó del caso. Llevamos a cabo detenidas investigaciones. ¡Oh, sí! ¿Y qué descubrimos en fin de cuentas? Solamente esto, morbleu!: La chica había sido una persona fuerte, de gran salud. Había muerto, al parecer, de inanición. La Larue había estado a punto de disolverse a consecuencia de una extraña enfermedad, una dolencia sin nombre, Ahora era joven, fuerte y atractiva como antes. C'est tout. Nadie puede basar un proceso criminal en eso. En fin, la pobre masseuse fue recientemente enterrada en Saint Supplice, y la Lame, por sugerencia de la policía, se trasladó a Buenos Aires. ¿Qué hizo alli? Cualquiera puede suponérselo.

Veamos ahora qué es lo que tenemos... Ello no constituirá una prueba, pero podemos hablar de unos hechos: Larose, Larue, Leroy. Estos nombres son bastante similares. Una Madelon Larose qúe está a punto de morir, aparentemente, a causa de una rara enfermedad -de vejez, quizás-, establece contacto con una joven y recupera la salud y. por lo visto, la juventud, en tanto que la otra persona fallece, seca como una naranja chupada. Esto ocurre en 1867. Una generación más tarde, una mujer llamada Madelon Larue, que se acomoda a la descripción de la Larose perfectamente, se ve afectada por la misma dolencia, y recupera la salud, como le había pasado a la Larose, dejando a su espalda los restos de lo que había sido una joven fuerte, vigorosa, con la que había estado asociada. Esto sucede en 1910. Ahora, en nuestra época, una mujer llamada Madelon Leroy...

-Pero... ¡todo esto es una cosa totalmente fantástica! -objeté-. Usted se limita a formular suposiciones. ¿Cómo identifica a Madelon Leroy con esas dos...?
-Siga escuchándome... Concédame unos momentos más, amigo mío- dijo De Grandin-. Usted se acordará, seguramente, de que nada más entrar la Leroy en nuestro campo de observación me sentí interesado...
-Ciertamente. No apartaba los ojos de ella...
-Précisement. Porque, parbleu!, en el momento en que la tuve delante me pregunté: «¿Dónde has visto tú esa cara antes, Jules De Grandin?» Me contesté en seguida: «No trates de engañarte a ti mismo, Jules. Sabes muy bien dónde la viste por primera vez. Se trata de Madelon Larue, la misma mujer que te causó tanta impresión cuando la viste bailar nu comme la main en el Théâtre Français en tus buenos tiempos. Volviste a verla, con todo su encanto y belleza, cuando llevabas a cabo indagaciones sobre la muerte de su joven y robusta masseuse. ¿Te acuerdas, Jules De Grandin?»

Sí que me acuerdo, me dije.
Muy bien, Jules, seguí interrogándome. ¿Y qué hace esta encantadora dama aquí hoy, al parecer con los mismos años que en 1905, o en 1910? Tú te has hecho mayor, tus amigos han envejecido... ¿Es que ella constituye una excepción de la regla general? ¿Va a estar siempre lozana, fresca, indiferente al paso del tiempo como la luz de la luna? La lógica más elemental te dice, Jules, que esto no puede ser, que esto se aparta de la norma que rige la vida de los seres vivos», continué considerando. Bueno, ¿y qué ocurre después? Hay una gran velada. Mademoiselle Leroy se enfrenta con su público. Nos vemos, nos miramos a los ojos, nos reconocemos mutuamente, pardieu! En mí, ella ve al juge d'instruction causante de algunas situaciones embarazosas años atrás. En ella, yo veo... ¿Qué puedo decir? De todos modos, nos reconocemos, y ninguno de los dos nos sentimos felices con tal reconocimiento mutuo. No, desde luego que no.

Al día siguiente, por la tarde, fuimos al sanatorio para ver a Mazie. La encontramos más mejorada, pero todavía muy débil e inquieta.

-¿Cuándo voy a salir de aquí? -inquirió la joven-. Por favor... Tengo un compromiso al que no quiero faltar, y me encuentro ya tan repuesta...
-Precisamente, mademoiselle -contestó De Grandin-. Estás mucho mejor, en efecto, Y no tardarás en recuperarte por completo. Para ello bastará con que tu organismo se empape de alimento comme une éponge.
-Pero...
-Pero... ¿qué? -inquirió De Grandin, enarcando las cejas expresivamente-. ¿A qué viene ese «pero»? Explícate.
-Se trata de Madelon Leroy, señor. Yo estaba ayudándola...
-No lo dudo ni por un momento -manifestó mi amigo, asintiendo-, ¿En qué forma?
-Dice que mi juventud y mis energías le dan fuerzas para seguir... Está realmente al borde de una crisis, ¿sabe usted? Asegura que mis visitas le confortan, que suponen mucho para ella...
La severa mirada que sorprendió en el doctor De Grandin hizo guardar silencio a la muchacha momentáneamente.
-¿Qué ocurre, doctor? -inquirió luego.
-Escúcheme, Mazie, ¿Qué pasaba en el curso de tus visitas a la «suite» de esa dama, en el hotel?
-Nada, nada en realidad, Madelon.., Me permite que la llame así, ¿no es maravilloso? Madelon se encuentra tan fatigada que apenas habla, Se tiende en una chaise-longue y hace que le coja las manos y que le lea. No he visto nunca unas negligées más bonitas que las suyas... Luego, tomamos el té. Ella se acurruca entre mis brazos, como si fuera una niña. A veces sonríe en su sueño. Parece entonces un ángel...
-¿Y tú disfrutas con esta amistad, hein?
-¡Oh, sí! ¡Mucho! Nunca había vivido una cosa tan maravillosa.
De Grandin sonrió al incorporarse.
-Bien. Dentro de unos años, esto constituirá para ti un feliz recuerdo, estoy convencido de ello. Entretanto, si te vas recuperando como hasta ahora, dentro de unos días...
-Pero... ¿Y Madelon?
-Iremos a verla y se lo explicaremos todo, ma petite. Sí. No faltaba más!
-¿Lo hará usted así, doctor? ¡Es usted muy bueno!
Mazie despidió a De Grandin con una sonrisa y se acomodó en el lecho para entregarse al sueño.
-La doncella de la señorita Leroy ha llamado tres veces hoy -nos explicó Jane Schaeffer, cuando nos detuvimos en su casa unos minutos, de regreso del sanatorio-. Parece ser que aquélla se encuentra enferma y siente unos deseos enormes de ver a Mazie...
-Ya me lo imagino -contestó De Grandin, secamente.
-Da la impresión de sentir un gran afecto por mi hija... Le conté finalmente lo que habían dicho ustedes, diciéndole dónde paraba ahora Mazie...
-¿Hizo usted eso? -inquirió De Grandin, como tragando saliva.
-¿Qué hay de malo en ello? Me figuré que...
-Ha cometido usted un error, madame. Recordará que le dijimos que la chica no podía recibir visitas. Vamos a poner remedio a la cosa, con la mayor rapidez posible, pero si a su hija le ocurre algo suya será la culpa. Bon jour, madame!
De Grandin hizo sonar sus tacones al mismo tiempo que hacía una fría reverencia.
-Vámonos, amigo Trowbridge. Tenemos cosas por hacer, cosas que no admiten el menor aplazamiento.
Una vez en la calle, explotó como un petardo.
-Nom d'un chat de nom d'un chien de nom d'un coq! Uno puede intentar defenderse ante los enemigos mal intencionados; en cambio, frente a la ingenuidad o la ignorancia no se puede hacer nada generalmente, pardieu! Vamos, amigo mío. La rapidez viene a ser aquí ahora lo más esencial.
-¿A dónde tenemos que ir? -pregunté al poner en marcha el motor del coche.
-¡Al sanatorio, diablos! Si no nos damos prisa puede ser que lleguemos demasiado tarde.

El azul con que se ofrecían a la vista las distantes Montañas Oranges había perdido intensidad a causa de la calina de la tarde veraniega. La cinta de asfalto de la carretera se alargaba interminablemente a nuestras espaldas.

-¡Más de prisa, más de prisa! -dijo De Grandin, apremiante-. Tenemos que correr todo lo que podamos, amigo Trowbridge.
Unos minutos después teníamos a la vista un gran automóvil negro, muy elegante. Los ojillos de De Grandin escrutaron atentamente el vehículo.
-¡Es el de ella! -exclamé-. Tenemos que adelantarle... ¿No puede usted sacarle más rendimiento a este moteur?

Pisé a fondo el acelerador y la aguja indicadora de la velocidad se inclinó un poco hacia la derecha. Ochenta, ochenta y cinco, noventa... Con cada revolución de las ruedas se aminoraba la distancia que nos separaba del otro vehículo. El conductor del otro automóvil debía de habernos visto en el espejo retrovisor del coche. O quizá estaba pendiente de nosotros su pasajera. El caso es que también aceleró, despegándose, desvaneciéndose en una curva a los pocos minutos, entre un remolino de polvo y de humo de su tubo de escape.

-Parbleu! Pardieu! Par la barbe d'un porc vert! -exclamó De Grandin- Se nos escapa, corre más que nosotros...

Un enervante chirrido de frenos, seguido de un golpe sordo, le hizo callar. Al doblar por fin la curva se nos ofreció a la vista el gran sedán negro volcado a un lado de la carretera, con las ruedas girando al aire alocadamente; tenía el parabrisas y los cristales de las ventanillas destrozados. Del capó del motor salía una columna de humo.

-Triomphe! -exclamó mi amigo, al tiempo que se apeaba, nada más detener yo nuestro coche, para echar a correr en dirección al automóvil siniestrado-. ¡Ya la tenemos en nuestras manos, Trowbridge!

El chófer se habla quedado detrás del volante. Hallábase inconsciente, pero no sangraba. En los asientos posteriores había dos mujeres: una muy fornida, en la que reconocí a la doncella de la señorita Leroy; envuelta en velos, hasta el punto de parecer un fantasma gris, vi a Madelon Leroy, una figura muy diminuta al lado de su criada.

-Cuide de ese hombre, amigo Trowbridge -me ordenó De Grandin, cuando ya había dejado caer la mano sobre el tirador de una de las puertas traseras-. Yo me ocuparé de sacar de ahí a esas mujeres.

Haciendo acopio de fuerzas, extrajo del coche a la doncella, desmayada, depositándola en un lugar seguro. Después, concentró su atención en Madelon Leroy. Yo me las había arreglado para dejar al chófer junto a la carretera. Segundos después, surgió una llamarada del sedán siniestrado. El depósito de gasolina estalló como si hubiera sido una bomba, saliendo proyectados en todas direcciones numerosos trozos de vidrio.

-¡De buena nos hemos librado! -exclamó, jadeante, abandonando el árbol cuyo tronco utilizara como parapeto-. Si tardamos unos momentos más en llegar esta gente hubiera ardido con el coche.
De Grandin asintió, un tanto absorto.
-Si usted se queda aquí con ellos yo intentaré localizar un teléfono para llamar a una ambulancia... Estas personas necesitan cuidados inmediatos, especialmente mademoiselle Leroy. ¿Tiene usted influencia en el Mercy Hospital?
-¿Que si tengo...? No le entiendo, De Grandin.
-Quiero que se ocupe de que estas personas queden instaladas en habitaciones independientes. Si es así, todos saldremos ganando con ello.

Nos sentamos junto a la cama de ella, en el Mercy Hospital. El chófer y la doncella ocupaban sendas habitaciones. A Madelon Leroy le había sido asignada una «suite» en el último piso. El sol se acercaba al ocaso, convertido en una especie de balón carmesí, flotando en un mar rosado; una leve brisa jugaba incansablemente con las blancas cortinas de la ventana. De no haber conocido su identidad, ninguno de nosotros habría dicho que la mujer que se encontraba en aquella cama era la atractiva, la deslumbrante Madelon Leroy. Su faz aparecía lívida, casi gris, de un gris verdoso; a través de la piel se adivinaban las líneas de su cráneo... Tenía las sienes hundidas, como los ojos; la nariz se había hundido extrañamente también, acortándose, haciendo más saliente la mandíbula y los arcos superciliares. Unas venitas azules acentuaban la extrema palidez de las mejillas, dando al rostro una apariencia de objeto de cera; las orejas eran casi transparentes; los labios se habían resecado, replegándose sobre los dientes, como si la mujer se esforzara para hacerse con un poco de aire.

-Mazie -murmuró, en un débil susurro-: ¿dónde estás, querida? Ven... Ha llegado la hora de nuestra siesta. Tómame en tus brazos, querida; apriétame contra tu frente y juvenil cuerpo...
De Grandin se incorporó, inclinándose sobre el lecho, mirándola no como un médico mira siempre a un paciente que sufre, sino con la frialdad del ejecutor que estudia a la persona condenada.
-Larose, Larue, Leroy... como quiera usted llamarse.. Ha llegado por fin a la meta de su viaje por la vida. Ya no dispone de víctimas que puedan renovar su pseudojuventud. Llegó un día al mundo (le bon Dieu sabe cuantos años hace de eso) y ha sonado para usted la hora de irse.
La mujer volvió hacia él los ojos, unos ojos sombríos, sin el menor brillo. En su marchita faz fue apareciendo trabajosamente una expresión elocuente: le había reconocido.
-¡Usted! -exclamó en voz muy baja, delatadora de un gran pánico-. Por fin me has encontrado... Tú, mi enemigo.
-Tu parles, ma vielle -replicó De Grandin, con naturalidad-. Tú lo has dicho. Te he encontrado por fin. No me fue posible materialmente evitar que absorbieras la vida de aquella desgraciada persona en 1910; tampoco pude interponerme entre tú y la joven de los días de Napoleón III. Pero esta vez estoy aquí, sí. Todo queda atrás ya; el fin se aproxima.
-Ten piedad de mí -rogó ella, temblorosa-. Ten piedad de mí, hombre cruel. Yo soy una artiste, una gran actriz. Mi arte hace felices a millares de seres. Durante años, he llevado un poco de alegría a los que vivían tristes o atribulados. Compáreme con otras mujeres... ¿Qué representan a mi lado las campesinas, las hijas de los comerciantes, las de la bourgeoisie? Yo soy Claro de Luna, la luz de la luna reflejándose en unas aguas remansadas; la dulce promesa del amor todavía no logrado...
-Tiens... Yo creo que la luna se está poniendo, mademoiselle -dijo De Grandin, interrumpiéndola secamente-. Si desea los auxilios de un sacerdote...
-Nigaud, bête, sot! -susurró ella. Y su susurro fue como un apagado grito-. ¡Estúpido! ¡Necio! ¡Hijo de padres imbéciles! No necesito a mi lado a ningún sacerdote, no quiero que me hablen de arrepentimientos ni de redenciones. Lo que sí deseo es recuperar mi juventud y mi belleza. Haz venir aquí a una muchacha limpia, joven, llena de salud...

Ella se interrumpió al ver una dura mirada en los ojos de De Grandin. Apenas tenía fuerzas ya para insultarle. Pero de sus labios salieron todavía epítetos que habrían hecho enrojecer de vergüenza a una comadre de los muelles de Marsella. De Grandin encajó aquel discurso con serenidad. Ni sonreía ni se mostraba irritado. Había en él una aire de indiferencia total, como si en aquellos instantes se hubiese hallado en un laboratorio, observando en el microscopio un nuevo y curioso espécimen.

-Eres una bestia, un perro, un cerdo -siguió diciendo la mujer-. Desciendes de apestosos camellos... Eres un hijo bastardo de una gata callejera y de un demonio de los infiernos...

Los médicos estamos habituados al espectáculo de la muerte. Al principio de nuestra carrera, ésta nos causa siempre una gran impresión; luego, nos acostumbramos. Sin embargo, en aquel caso, no pudé evitar un escalofrío, al observar el cambio que se estaba operando a mi vista. La azulada blancura de su piel tomó un tinte verdoso; todo parecía indicar que los microorganismos de la putrefactión operaban ya en ella; el rostro de la mujer se pobló de arrugas que eran como las grietas que se abren en el hielo; el tono rubio de sus cabellos se trocó en un tono amarillento sin brillo; las manos que asomaban por encima de las sábanas parecían las garras de un animal muerto y disecado. La cabeza de la mujer se incorporó un instante sobre la almohada; los ojos estaban enrojecidos y carecían de vida. Bruscamente, se quedó sentada en el lecho, doblándose en seguida por la cintura como una burda muñeca rota; las manos buscaron su propio pecho, agitado por una tos estértórica. Luego, cayó sobre su espalda, quedándose inmóvil.

No se oía nada, absolutamente nada en la habitación mortuoria. Ningún sonido llegaba hasta allí por las abiertas ventanas. El mundo parecía haberse paralizado con la quietud de la puesta del sol. Nora McGinnis habíase superado aquella noche. La cena que nos ofreció habría representado la máxima satisfaeción para un buen «gourmet». Su ternera en salsa agridulce fue un regalo para nuestros paladares; lo mismo que sus pastelillos, sus quesos, su melocotón y la compota de ciruela. De Grandin apuró con delectación su taza de café; luego, sonrió como un querubín; a continuación aspiró el aroma de su Chartreuse vert con los ojos entreabiertos...

-¡Oh, no, amigo mío! -me dijo-. No puedo ofrecerle una explicación adecuada. Esto es como la electricidad: nos beneficiamos de sus efectos a cada paso, pero nada sabemos en cuanto a sus orígenes.

Ya le dije que la reconocí nada más verla. Pero no acertaba a tomar en serio mis sospechas. Para esto, tuvo que reconocerme ella. Luego, me di cuenta de que nos enfrentábamos con algo maligno, con algo que rebasaba la experiencia cotidiana, aunque no se tratara de nada sobrenatural. Ella fue una especie de vampiro, un vampiro diferente de los tradicionales. El vampiro normal posee vida en su muerte. Ella permaneció enteramente viva. Seguiría así mientras encontrara en su camino víctimas frescas. De una manera u otra, Dios sabe cómo, adquirió la habilidad de absorber la vitalidad, la fuerza de las mujeres jóvenes y vigorosas, tomando de ellas todo lo que podían darle, dejándolas virtualmente vacías, hasta tal punto que sus víctimas perecían a consecuencia de su extrema debilidad, mientras que la actriz estrenaba una nueva juventud, gozando de un renovado vigor.

De Grandin hizo una pausa para encender un puro, añadiendo a continuación:
-Usted sabe que se admite generalmente que cuando un niño duerme con una persona de edad, o inválida, aquél cede su vitalidad a su compañero de lecho. En el «Libro de los Reyes» leemos que David, rey de Israel, al llegar a la edad madura, encontrándose muy debil, era reforzado por tal procedimiento. Ella se valía de un proceso similar, pero mucho más acentuado.

En 1867 necesitó sesenta días para pasar de una juventud aparente a la edad avanzada. En 1910, el proceso duró dos semanas o diez días; este verano, se nos presentó joven por la mañana y al día siguiente era una anciana o mujer de edad madura, al menos. ¿Cuántas veces, entre los días de mi gran' père y los nuestros renovó su juventud y su vida valiéndose de jóvenes amigas? No lo sabemos... Estuvo en Italia y en América del Sur. Sólo le bon Dieu sabe qué otras partes del mundo visitó. Hay, no obstante, una cosa que parece ser cierta: con cada renovación de su juventud se tornaba más débil. Incidentalmente, habría llegado así al momento de la transformación casi repentina, a un instante en el que no hubiera dispuesto de tiempo para encontrar una víctima a la que «chupar», por así decirlo, su vitalidad.

Mazie había sido escogida como víctima esta vez, y de no haber estado nosotros donde estuvimos... Eh bien! Yo creo que tendríamos otra tumba en el cementerio, gracias a la cual mademoiselle Leroy proseguiría sus actuaciones teatrales. Sí, sin duda. ¿Desea usted saber algo más? -inquirió De Grandin, al ver que yo no formulaba ningún comentario.

-Hay una o dos cosas que me desconciertan -respondí-. En primer lugar, quisiera saber si existe alguna relación entre su poca corriente habilidad para rejuvenerse a expensas de otras personas y su negativa a verse fotografiada. ¿Cree usted acaso que pudiera comportarse así, por otra parte, persiguiendo un efecto publicitario?
De Grandin consideró mi pregunta durante unos instantes, replicando luego:
-No, no es eso... Sucede que el objetivo de la cámara fotográfica es más detallista que nuestros ojos. Un buen maquillaje puede engañar al ojo humano; las lentes de la cámara, en cambio, van más allá, mostrando todas las imperfecciones, por menudas que sean. Por esta razón, seguramente, no quería que le hiciesen fotografías. ¿Se hace usted cargo?
Asentí.
-Otra cosa. Usted dijo en una ocasión a Mazie que estaba seguro de que el episodio de su amistad con la Leroy constituiría un bonito recuerdo en su vida. Usted ya sabía entonces a qué atenerse con respecto al proceder de la mujer, es decir, sabía que se valía de las jóvenes para, sin la menor piedad...
-Pues sí, es verdad que estaba entonces ya al cabo de la calle. Mazie se había relacionado con una extraña y bella actriz; la adoraba con el ardor que solamente pueden sentir las jóvenes por una mujer mayor y más mundana. De haberle dicho la verdad, se habría negado a creerme, y además yo habría atentado contra el ideal que su mente se había forjado. Es mejor que siga conservándolo, que se mantenga en una feliz ignorancia acerca de la verdadera condición de la persona que consideró amiga, respetando su recuerdo para siempre. ¿Por qué privarle de algo bello cuando guardando silencio, simplemente, podemos ayudarla a conservar un grato recuerdo?
Una vez más, hice un gesto afirmativo.
-Resulta difícil de creer todo esto, pese a haber sido testigo de ello -confesé-. Estoy dispuesto a aceptar su tesis, pero se me antojó algo cruel dejarla morir de aquel modo, aunque...
-Créame, amigo mío -dijo De Grandin, interrumpiéndome-. Ella no era una mujer realmente auténtica. ¿No recuerda lo que dijo de sí misma antes de morir? Manifestó que era un clair de lune, luz de luna, carente por completo de edad y de pasiones. El suyo era un egotismo llevado a ilógicas conclusiones; tratábase de un ser cuyo egoísmo iba más allá de otros pensamientos y propósitos. Era una rara, una extraña cosa, sin sentido acerca del bien o del mal, de la justicia o la injusticia, como un fauno o un hada, o cualquier otra grotesca criatura salida de un viejo libro de magia.
De Grandin apuró hasta la última gota del licor que había en su copa, alargándome ésta, ya vacía.
-Yo repito, si es usted tan amable, amigo mío.

Seabury Quinn (1889-1869)

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Nunca me detuve a pensar como iba a morir... Pero morir en lugar de alguien a quien amas, me parece una buena forma de hacerlo, o no?...


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